Empieza a caer la noche en la ciudad y el partido esta por terminar, un gol a los últimos minutos define quien brinda las maltas al día siguiente. Pero ahora los chamos se van a sus hogares, a descansar y soñar con estar en el Mundial, en la Libertadores o la Champions. Otros simplemente quieren jugar en su selección, comprar una casa a su madre, regalarle una sonrisa a sus abuelos y dedicar un gol a su novia. Una historia que se repite en los barrios de mi región.